No es ésta la
primera vez que ello sucede. Ocurrió en el período de entreguerras en la vieja
Europa del siglo pasado y vuelve, de nuevo, a repetirse en el escenario
presente de paro, empobrecimiento, salarios de miseria y pérdida de derechos laborales
y sociales que sufre hoy la clase trabajadora. En ambas ocasiones los
trabajadores salieron a la calle. Es una ley casi física: el empobrecimiento de
los explotados requiere represión porque estos se niegan a estar en silencio.
El capitalismo
necesita la paz social para perpetuar impunemente los crímenes derivados de sus
crisis. Los trabajadores no podemos permitirnos esa paz porque nos va nuestra
supervivencia en ello. Las protestas, las movilizaciones y las huelgas son
nuestras armas más necesarias.
El gobierno natural
del capital, el del PP, y sus aliados partidarios de clase en otros territorios
del Estado español (CiU), retuercen la legalidad democrática hasta hacer de
ella un sarcasmo… criminalizan el
derecho de huelga, reprimen manifestaciones sindicales, impiden a los
periodistas informar de la represión al ejercicio del derecho de manifestación
en las movilizaciones, multan y encarcelan a dirigentes sindicales y a piquetes
informativos, conculcan los derechos constitucionales de los detenidos, hieren
a militantes de la izquierda y de los sindicatos al reprimir las
manifestaciones e intentan culpar de ello a sectores de los manifestantes, introducen
reventadores y provocadores a sueldo en aquellas, permiten que sus policías
actúen sin sus placas acreditativas en
las cargas y detenciones, recurren a montajes policiales como en la época de la
dictadura y, finalmente, permiten que dirigentes matones de determinados
sindicatos policiales expresen públicamente y en repetidas ocasiones su
voluntad represora.
En otros ámbitos
–la educación, las libertades individuales (retroceso en el derecho al aborto),
las redadas contra inmigrantes sin papeles, la igualdad ante la ley (costas judiciales)-
la derecha que representa los intereses del capital, lo hace también expresando
su ideología clasista, nacional-católica y antidemocrática.
Frente a estos
ataques directos contra las libertades políticas y sociales y contra las
garantías jurídicas de cada vez más amplios sectores de nuestra sociedad y, en
particular, de las víctimas de la crisis capitalista, los trabajadores, se han escuchado voces críticas provenientes
del mundo político, sindical, de colectivos afectados e incluso de periodistas
y juristas.
Estas voces se
tienen que elevar, para unirlas a los intereses comunes de toda la clase
trabajadora, con el fin de formar un frente común contra las políticas
diseñadas y aplicadas por los gerentes del capitalismo – la TROIKA y los
Gobiernos que las aplican - hasta conseguir que las críticas que los sectores
que en principio defienden sus intereses como grupo se unan a las
movilizaciones que la clase trabajadora están llevando a cabo.
La reacción social
de crítica contra los atentados a las libertades por parte de este gobierno, debe
de ser tomada en conciencia por parte
de la clase trabajadora y sus organizaciones y elevarse para que esté a la
altura de estas agresiones que toman
cada día más fuerza dentro de un contexto de regresión de libertades en los
Estados capitalistas hacia formas crecientemente autoritarias que recuerdan la
dinámica de otros tiempos en Europa.
En INICIATIVA DE
CLASE creemos que es necesario levantar ya un amplio movimiento en defensa de
las libertades políticas, de expresión, reunión y manifestación y de las
garantías jurídicas que defienden a la persona; en definitiva, de las
libertades democráticas.
Estas libertades,
que inevitablemente deben ir unidas a las movilizaciones contra los recortes y
ajustes y a la defensa de los derechos laborales y sociales, afectan antes que a
ningún otro colectivo a los derechos de la fracción más amplia de nuestra
sociedad, los trabajadores. Pero si los derechos y libertades de estos
sucumben, caerán fatalmente los de todos.
Por este motivo, el
imprescindible movimiento en defensa de las libertades requiere de un actor
principal; las organizaciones sindicales, políticas y sociales de la clase
trabajadora, como vanguardia de esa custodia de los valores democráticos, pero
apoyada por el más amplio espectro de colectivos sociales, profesionales y de
todo tipo interesados en fortalecer las ideas de progreso, libertad, igualdad y
justicia social.
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