Rosa
Luxemburg
(14 de enero de 1919)
Escrito por Rosa Luxemburgo el 14 de enero de 1919, ya prisionera, en la noche antes de ser asesinada por los soldados de la Caballería de la Guardia del Gobierno del SPD.
Incluso en las peores
condiciones que cabe imaginarse a un ser humano, Rosa tuvo la entereza de
redactar este escrito en el que cabe encontrarse una reflexión de suma
importancia para las luchas de la clase trabajadora, entonces, hoy y siempre:
la necesidad de lograr la iniciativa de la misma en la lucha de clases y
revolucionaria y la exigencia de una dirección política correcta para su
éxito.
El orden reina en Berlín
"El orden reina en Varsovia",
anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de
haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca de
Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a su trabajo
de verdugos contra los insurgentes.
"¡El orden reina en Berlín!",
proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los
oficiales de las "tropas victoriosas” a las que la chusma pequeñoburguesa
de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! La
gloria y el honor de las armas alemanas se han salvado ante la historia
mundial. Los lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han restablecido
su renombre con una brillante victoria sobre...los 300
"espartaquistas" del Vorwärts.
Las gestas del primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica,
las gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las
hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios que habían acudido a negociar la
rendición del Vorwärts asesinados, destrozados a golpes de
culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto de que sus cadáveres eran
completamente irreconocibles, prisioneros colgados de la pared y asesinados de
tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral esparcida: ¿quién piensa
ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las vergonzosas derrotas ante
franceses, ingleses y americanos? "Espartaco" se llama el enemigo y
Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de vencer. Noske, el
"obrero", se llama el general que sabe organizar victorias allí donde
Ludendorff ha fracasado.
¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que
impuso el "orden" en París, en la bacanal de la burguesía sobre los
cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de
capitular vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país
al enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los
cobardes! Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados,
contra sus mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril
de los hijitos de la burguesía, de la "juventud dorada", de los
oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco
antes ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles
con indefensos, con prisioneros, con caídos!
"¡El orden reina en Varsovia!", "¡El orden reina en
París!", "¡El orden reina en Berlín!", esto
es lo que proclaman los guardianes del "orden" cada medio siglo de un
centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos
"vencedores" no se percatan de que un "orden" que
periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha
ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha sido esta última "Semana de
Espartaco" en Berlín, qué ha traído consigo, qué enseñanzas nos aporta?
Aun en medio de la lucha, en medio del clamor de victoria de la
contrarrevolución han de hacer los proletarios revolucionarios el balance de lo
acontecido, han de medir los acontecimientos y sus resultados según la gran medida
de la historia. La revolución no tiene tiempo que perder, la revolución sigue
avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las tumbas abiertas, por
encima de las "victorias" y de las "derrotas". La primera
tarea de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez
sus líneas de fuerza, sus caminos.
¿Podía esperarse una victoria definitiva del proletariado
revolucionario en el presente enfrentamiento, podía esperarse la caída de los
Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura socialista? Desde luego que
no si se toman en consideración la totalidad de los elementos que deciden sobre
la cuestión. La herida abierta de la causa revolucionaria en el momento actual,
la inmadurez política de la masa de los soldados, que todavía se dejan
manipular por sus oficiales con fines antipopulares y contrarrevolucionarios,
es ya una prueba de que en el presente choque no era posible esperar una
victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta
inmadurez del elemento militar no es sino un síntoma de la inmadurez general de
la revolución alemana.
El campo, que es de donde procede un gran porcentaje de la masa de
soldados, sigue sin estar apenas tocado por la revolución. Berlín sigue estando
hasta ahora prácticamente asilado del resto del país. Es cierto que en
provincias los centros revolucionarios -Renania, la costa norte, Braunschweig,
Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los proletarios de
Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación en la marcha hacia adelante,
la acción común directa que le daría una eficacia incomparablemente superior a
la ofensiva y a la rapidez de movilización de la clase obrera berlinesa.
Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera fuerza volcánica que
impulsa hacia adelante la lucha de clases revolucionaria, están todavía -lo que
no deja de tener profundas relaciones con las insuficiencias políticas de la
revolución apuntadas- en su estadio inicial.
De todo esto se desprende que en este momento era imposible pensar
en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha sido por ello un "error"
la lucha de la última semana? Sí, si se hubiera tratado meramente de una
"ofensiva " intencionada, de lo que se llama un "putsch".
Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de la última semana de lucha? Al
igual que en todos los casos anteriores, al igual que el 6 de diciembre y el 24
de diciembre: ¡una brutal provocación del gobierno! Igual que el baño de sangre
a que fueron sometidos manifestantes indefensos de la Chausseestrasse e igual
que la carnicería de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de
policía de Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La
revolución no opera como le viene en gana, no marcha en campo abierto, según un
plan inteligentemente concebido por los "estrategas". Sus enemigos también tienen la iniciativa, sí, y la emplean
por regla general más que la misma revolución.
Ante el hecho de la descarada provocación por parte de los
Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vió obligada a recurrir a las armas. Para la
revolución era unacuestión de honor dar
inmediatamente la más enérgica respuesta al ataque, so pena de que la
contrarrevolución se creciese con su nuevo paso adelante y de que las filas
revolucionarias del proletariado y el crédito moral de la revolución alemana en
la Internacional sufriesen grandes pérdidas.
Por lo demás, la inmediata resistencia que opusieron las masas
berlinesas fue tan espontánea y llena de una energía tan evidente que la
victoria moral estuvo desde el primer momento de parte de la "calle".
Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que
nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber
dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla elemental
de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución. Era evidente -y
haberlo comprendido así testimonia el sano instinto, la fuerza interior siempre
dispuesta del proletariado berlinés- que no podía darse por satisfecho con
reponer a Eichhorn en su puesto. Espontáneamente se lanzó a la ocupación de
otros centros de poder de la contrarrevolución: la prensa burguesa, las
agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts.
Todas estas medidas surgieron entre las masas a partir del convencimiento de
que la contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota
sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.
Aquí también nos encontramos ante una de las grandes leyes
históricas de la revolución frente a la que se estrellan todas las habilidades
y sabidurías de los pequeños "revolucionarios" al estilo de los del
USP (*), que en cada lucha sólo se afanan en buscar una cosa, pretextos para la
retirada. Una vez que el problema fundamental de una revolución ha sido
planteado con total claridad -y ese problema es en esta revolución el derrocamiento del
gobierno Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo para la victoria del
socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una y otra vez en toda su
actualidad y con la fatalidad de una ley natural; todo episodio aislado de la
lucha hace aparecer el problema con todas sus dimensiones por poco preparada
que esté la revolución para darle solución, por poco madura que sea todavía la
situación. "¡Abajo Ebert-Scheidemann!", es la consigna que aparece
inevitablemente a cada crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que
agota todos los conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o
no, empuja todo episodio de lucha a su mas extremas consecuencias.
De esta contradicción entre el carácter extremo de las tareas a
realizar y la inmadurez de las condiciones previas para su solución en la fase
inicial del desarrollo revolucionario resulta que cada lucha se salda
formalmente con una derrota.
¡Pero la revolución es la única forma de "guerra" -también es ésta
una ley muy peculiar de ella- en la que la victoria final sólo puede ser
preparada a través de una serie de "derrotas"!
¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y
del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el
levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa
derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La
insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó
con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible
derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas
revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.
Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso,
ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que
hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, que hemos llegado
extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del
proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar
ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad
en cuanto a las metas a alcanzar.
Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas
parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios,
sonoras "victorias" parlamentarias, íbamos precisamente de victoria
en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran
prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914, una aniquiladora derrota
política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las
revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves
derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la
necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.
¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué
condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha
sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra
las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o se ha debido a la
tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha acabado paralizando la
acción revolucionaria?
Ejemplos clásicos de ambas posibilidades son, respectivamente, la
revolución de febrero en Francia y la revolución de marzo alemana. La heroica
acción del proletariado de París en 1848 ha sido fuente viva de energía de
clase para todo el proletariado internacional. por el contrario las miserias de
la revolución de marzo en Alemania han entorpecido la marcha de todo el moderno
desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada a los pies. Han ejercido
su influencia a lo largo de toda la particular historia de la Socialdemocracia
oficial alemana llegando incluso a repercutir en los más recientes
acontecimientos de la revolución alemana, incluso en la dramática crisis que
acabamos de vivir.
¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de
Espartaco a la luz de las cuestiones históricas aludidas más arriba? ¿Ha sido
una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra
la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de
nuestra acción?
¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta
crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza,
decidida, de las masa berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez
de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio.
La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser
creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo
decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la
revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta
"derrota" una pieza más de esa serie de derrotas históricas que
constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del
tronco de esta "derrota" florecerá la victoria futura.
"¡El orden reina en Berlín!",
¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución,
mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y
proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:
¡Fui, soy y seré!
(*) Unabhängige Sozialdemokratische Partei. Partido Socialdemócrata Independiente
La revolución alemana se inspiró en la rusa; pero las condiciones objetivas y subjetivas eran distintas. Rusia era un pais hambriento y con millones de campesinos sin tierra o muy poca, destrozado y derrotado por Alemania; con un ejército desmoralizado por las derrotas, y en desbandada;sin tradiciones ni instituciones democráticas, donde todo giraba alrrededor de la figura del Zar.Y algo fundamental: con una clase obrera pequeña en número; pero curtida en la lucha pura y dura, sin "contaminación"del paramentarismo burgués-que era el caso alemán-y además con un partido y unos dirigentes con experiencia en la lucha frontal contra el zarismo.
ResponderEliminarLos espartaquistas eran un partido pequeño y jóven, con poca experiencia y medios; en realidad eran el ala izquierda del SPD.Tuvieron que enfrentarse no solo a la burguesia,sino a sus antiguos compañeros del Partido Socialdemócrata Alemán, (SPD) que formaba parte del gobierno en coalición con los partidos de la burguesia.